¿Que haría si tuviera 18 años?


¿Qué haría si tuviera 18 años?

por Federico Diéguez
19 años. Estudiante de 2º curso de Ingeniería Civil.

 

Pareciera tan poco importante, como para contestar de chico: “Me gustaría ser…”, o “Iría a …” pero no es lo mismo cuando realmente tenía la oportunidad de elegir hasta donde iba a llevar los estudios, o la familia, o una nueva vida. En algún momento, es verdad, tenía que quedarme a pensar qué esperaba de mí mismo para los años que seguían.

Por lo que yo veía, las personas cambian siempre, pero dentro de un margen, que hace que siempre sean las mismas en el fondo, o que dejan la misma impresión que cuando las conocí por primera vez, y ahora que pensaba como iba a verme la nueva gente que conociera, tenía un poco de curiosidad en cómo iba a cambiar para adaptarme. Y desde mi lugar, típico chico promedio de bajo perfil, pocos amigos e interesado por muchas cosas que quería aprender, no pensaba que tenía tiempo de organizar como iba a ser mi vida cuando tenga 18 años, mucho menos la carrera que iba a seguir en la Universidad, ni a quién le podía contar cosas cuando los amigos se fueran a estudiar a otro lado. Entonces miraba a la familia como un grupo que quizás podía ayudarme a tomar decisiones, aunque llegaba a la conclusión de que esa ayuda no la sentía mía de verdad. Siempre fue difícil saber que tanto valía la familia cuando me pasaba todo el día en mi cuarto y pensaba que no los necesitaba, aunque en realidad, siempre estaban ahí.

Nunca me detuve a pensarlo del todo porque era mucho trabajo y cuando lo había intentado, no servía de nada, pero como el tiempo sigue adelante siempre, quiera o no, tenía que elegir finalmente qué es lo que quería hacer y cómo iba a encarar las nuevas experiencias. Obviamente, con mucho miedo investigué de que se trataba la vida en la universidad, y sólo pensaba en que era un lugar al que ir como en el colegio, pero al margen de eso, también me hacía mayor de edad y tenía nuevas responsabilidades. ¿Qué harías con 18 años? Era una pregunta que me hicieron de chico como si la mayoría de edad significara la libertad absoluta o el hacer lo que uno quiere siempre. Aunque nada más lejos de la realidad, y a modo de contar una experiencia, de eso me di cuenta cuando tomé la primera decisión solo, (aunque un poco por descarte y en apuro) que fue la de estudiar una carrera.

La verdad es que me sorprendí al ver cómo la gente de la universidad que conocía desde cero estaba en la misma situación de inseguridad que yo, y sin pensarlo tanto, hablaban con total confianza conmigo como si me conocieran de toda la vida, aunque nadie preguntaba de dónde venía, o ni siquiera el nombre. Las personas no somos tan únicas como pensamos, ni somos tan especiales, ni somos el centro de ningún eje, sino que estamos todos en una misma situación, y más que nada, cómo resolvemos los problemas es lo que nos diferencia. Entonces no servía de nada intentar ser una persona diferente o aparentar nada, porque esa gente que hablaba con otros, y los compañeros en general, se acercaban porque se sentían cómodos con quien yo era en ese momento. Por primera vez, era por mí y por nadie más, que me conocían, y eso se sentía bien.

La Universidad es una buena oportunidad para empezar “desde cero”, y no en el sentido de dejarlo todo, sino en partir de únicamente lo que había aprendido antes para conseguir amigos, estudiar, y elegir a dónde iba a ir en los siguientes años. Ya a nadie le importaba a quién conocía antes, mis notas del colegio, ni las relaciones con mis compañeros. Eso no significa que lo que haya vivido antes no sirviera, porque gracias a eso uno forma el ideal de persona, de pareja, de amigo y hasta de reunión favorita para perder el tiempo; y es sorprendente, como casi sin pensarlo, atraemos a esa gente que cumple nuestras expectativas, y perfil de “buena gente”. Así, como decía, solo nos diferenciamos en como reaccionamos ante situaciones particulares, porque todos vivimos lo mismo.

Entonces es donde llegan los problemas, y es ahí cuando me cuestionaba si lo que había aprendido antes era suficiente para resolverlos. Cuando aprendí a manejar, por ejemplo, y el primer “pequeño accidente” ocurre, es sólo responsabilidad mía hacer los trámites correspondientes, hablar con gente, y evitar mayores problemas. Algo tan diario para tanta gente como hablar con un señor enojado porque había rayado su auto, era para mí sentirme totalmente solo, y no saber que hacer o cómo reaccionar. Por suerte, estando calmado, hasta la persona más enojada que pueda encontrarme puede hablar bien, y el problema terminó resolviéndose sin mucho más, pero pensaba de verdad “Qué lindo sería que mis padres se hubieran hecho cargo de todo”. Y aunque pensaba eso, había aprendido en ese momento la forma de hacer algo nuevo, hablando, y lo hice por mi cuenta.

Lo mejor y lo peor de cada uno sale cuando estamos solos, cuando nadie nos mira, y cuando sólo actuamos porque creemos que eso es lo correcto. La familia no siempre está al lado, ni los amigos, ni los compañeros, así que es mejor tomar esas situaciones tensas como aprendizaje, para que salga lo mejor de nosotros, y con la ayuda del resto, lo hagamos más grande.

Intento saber siempre exactamente quién soy y cómo me comporto en cada caso, y aunque sea diferente con cada grupo de gente, ninguna de esas facetas es falsa, porque es mi forma única de responder, y no es secreta para nadie. Eso descubrí que era importante cuando formaba el primer grupo de amigos nuevos y quería que me conocieran del todo, sin dejar dudas de quién era. Entonces esos serían verdaderos amigos, que estaban cuando los necesitaba. Y eso, creo que es gracias a la sinceridad que tenemos cuando nos tratamos entre nosotros, y cuando aprendemos de los errores. La verdad, sería perfecto si pudiera aprender todo de los errores ajenos, pero eso es tener mucha suerte, y depender de lo malo que le pase a otro para mejorar. De todas formas, es muy difícil, y siempre terminamos cometiendo faltas, que conviene experimentarlas uno mismo para encontrar la mejor manera de evitarlas luego. Lo que encontré mejor para hacer, fue aprender de las pequeñas buenas cosas que tenían mis amigos, y ver qué tanto me podían enseñar.

Responsabilidades y frustraciones las hay siempre, y cada vez más obligaciones, pero como son para uno mismo, muchas veces pude estar hasta las 5 a.m., terminando un trabajo que no es obligatorio para el profesor, pero para mí si lo es, porque me gusta sentirme realizado, o bien puedo quedarme hablando durante horas con alguien sobre lo que le preocupa porque, aunque nadie lo pide, me gustaría que fuera así conmigo. Sobre todo, cuando en serio se pertenece a un grupo de amigos o compañeros, donde tanto la ausencia de uno, como los comentarios que haga, todo, se siente bastante desde el otro lado. Pensaba que como nunca había pertenecido a un grupo tan marcado, tal vez la gente nueva que había conocido nunca me iba a preguntar cómo me sentía, pero es sorprendente como llegaban mensajes de preocupación cuando tenía un día de mal humor, aún si no me mostraba enojado con nadie o sin decir ni una palabra. Y esto no me pasa solamente a mí, sino a todo el resto de compañeros que conozco. Por eso, es también responsabilidad mía mantener ese grupo.

Terminé valorando las oportunidades que surgieron porque las aproveché para cambiar, pero sin dejar de ser yo mismo. Y, ¿qué hago ahora que tengo 18 años? Lo mismo de siempre, tengo los mismos problemas de siempre, la misma personalidad de siempre y las mismas dudas, hay más temas legales y de ciudadanía, y soy más libre en decisiones, en tanto nadie las cuestiona, pero esas decisiones no sólo me afectan a mí sino a todo lo que construyo y quiero, así que trato de cuidarme en salud y mente, y cuido a los más cercanos, porque ellos también forman parte de lo que soy como persona.